PEDACITOS DE LA HISTORIA I
Hacía más de 15 años que no rezaba un Ave María…lo que os cuento me sucedió hace unos 10 años, en el Bosque de la Llacuna, Villalonga, sobre el monte Circ de la Safor.
Aquella mañana sentí muchas ganas de arrodillarme, la luz entraba con mucha fuerza en el bosque, y fui decidida, a la zona donde iba a ver el atardecer cuando esa tierra todavía no la había comprado, (¿quien me iba a decir que más tarde sería la tierra que Dios me regalaría, y después, en la que celebraríamos la eucaristía…? ¡qué especial fue aquélla navidad del 2000!).
En aquél momento estaba preparando el campamento de primitivos para los niños y niñas del colectivo de maestros en la “Casa de la Natura”. Un terreno colindante al que después sería mi casa. Le puse un titulo sugerente para aquél momento de mi vida: “Retrobemelsorígens”.
Al caer la tarde solía entrar por el sendero que se perdía en la espesura del bosque, buscaba un claro para contemplar el rojo del cielo que intuía y me arrodillaba ante tal espectáculo. Siempre llegaba al mismo lugar. ¡Qué preciosidad! Era Octubre de 1999 (más tarde cada octubre sería significativo con la virgen en mi vida ).
Un año después, ese espacio, esa tierra, era mi Casa.
Aquél era un lugar abierto, donde en medio del boscaje, se vislumbraba un claro, y la densidad de los árboles dejaban contemplar el cielo azul con esa nitidez con la que se ve en mi tierra (valencia), pero a la vez era el lugar más íntimo del bosque, para llegar hasta allí tenías que saber ir, sortear algunos obstáculos, y conocer el terreno. Delante, estaba esasima, o agujero gigante que la tierra tenía…lo llaman “avencs”, sabía que esa zona se llamaba la “foia fonda”, la “hoya honda”, y ese lugar con un olivo gigante en el centro, abajo, adentro y en medio del círculo, fue lo que me hizo decidirme por esa tierra. Al comprar el terreno le repetí varias veces al dueño, si ese lugar entraba en los límites de los 7.600 m. que estaba decidida a comprar; él me dijo que si… era lo único que me preocupaba, hasta allí había ido varias veces en la preparación del campamento el otoño pasado. Ahora ya podía arrodillarme con más libertad, pues ya no estaba invadiendo un terreno que no me perteneciera, aunque nunca sentí esta tierra de mi posesión, sino más bien, un regalo del cielo.
El 17 de Septiembre de 2000 firmé las escrituras… las coloqué en un sobre blanco grande, y con ese rotulador verde, escribí ESCRITURAS… al hacerlo, me dí cuenta que Dios estaba presenté, me recordó la Biblia. Fue un momento de presencia de Dios en lo cotidiano, y un instante más de toma de conciencia de lo que había hecho y de que no estaba sola, él me empujaba, como tantas otras veces. Andaba recogiendo las cosas de mi habitación en la casa de campo de mis padres. Otra despedida.
¿Cuándo dejaré de tener que despedirme de las casas y podré quedarme para siempre? ¿será en el bosque?
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