En éste Mes de Mayo, seguimos abriendo ventanas…Hoy nos encontramos con el nombre: «llena-de-gracia»
María era una joven y preciosa israelita. Vivía una vida sencilla en Nazaret, amando con todo su corazón a Dios a quién se había entregado en cuerpo y alma. Cuando el Arcángel Gabriel le comunicó que podía ser madre de Dios, Ella se abandonó en las manos del Altísimo y, con una gran confianza, contestó al ángel: “hágase en mí según tu palabra”.
El Rosario es en esencia una imitación de éste saludo del Ángel y de la respuesta de María: del “sí” de María. Por eso, exteriormente repetimos decenas de veces las palabras del ángel, como un saludo continuo a María. A Ella estas palabras le gustan muchísimo porque le recuerdan que a través de este saludo angélico fue hecha , Madre de Dios. Por eso cuántas más veces usemos el avemaría como saludo cariñoso a Nuestra Madre, más veces le recordamos ese momento tan bonito de su vida y más le agradamos. Así lo hacemos en el Rosario que, es la oración de los que aman el saludo del ángel.
Pero si queremos rezar bien el Rosario no es suficiente con imitar al ángel y su saludo. Sobre todo debemos procurar imitar la actitud interior de María y estar dispuestos a decirle a Dios que sí, sea lo que sea lo que nos pida, grande o pequeño. Esta es la primera enseñanza que al rezarlo nos da Nuestra Señora.
El Ángel Gabriel no llamó María a la virgen de Nazaret –el nombre de María lo hemos añadido nosotros- sino que la saludó con el nombre propio que María tiene en la profundidad del amor de Dios. La llama “llena-de-gracia” (kejaritomene) agraciada infinitamente, totalmente llena del amor de Dios, de la belleza y de la alegría del Salvador.
¿Qué significa este nombre? Lo entendemos mejor si reflexionamos sobre las siguientes palabras de la salutación: el Señor está contigo.
La Iglesia siempre ha aplicado a María esta palabra de los Proverbios cuyo sentido directo se refiere a la increada Sabiduría: “Desde la eternidad fui establecida; desde el principio, antes que la tierra fuese. Todavía no existían los abismos, y yo ya estaba concebida; aún no habían brotado las fuentes de las aguas, no estaba sentada la grandiosa mole de los montes, ni aún había collados, cuando yo había ya nacido” (Prov 8, 23 ss.)
Por haber sido elegida María es la llena-de-gracia desde el momento de su concepción. Por eso cuando Bernardette en Lourdes preguntó a la Señora cual era su nombre, Ella misma respondió con el nombre que Dios le había dado desde toda la eternidad y dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, la concebida-sin-pecado, la llena-de-gracia.
Extracto de «El Rosario que ama Dios»
Alejandro Burgos Velasco – Ricardo Martínez Carazo
Redes Sociales