En éste Mes de Mayo, Mes de María, el Candil de María quiere celebrar el instante en el que la Oración del «Ave María» se hizo presente con una dimensión especial. 20 años de presencia de María y 20 años de encuentro en un camino: por María a Jesús.

A lo largo de este Mes de Mayo, os invitamos a profundizar en esta sencilla Oración, bucear en sus misterios, zambullirse en su caminos, descubrir y abrir las ventanas que nos muestran los paisajes interiores de María que nos regala el fruto de su vientre: Jesús.

Algunos Sábados de éste Mes de Mayo, abriremos una de esas ventanas. Hoy nos encontramos con un saludo y una Historia.

El Sábado 30 de Mayo, a las 18h. rezaremos juntos el Rosario en Ora[c]ción en Directo desde nuestro  Facebook Live El Candil de María

Un poco de Historia

«La historia del ‘Ave María’ se remonta al Evangelio, al momento en que Dios decidió encarnarse en una Virgen de Nazaret y le envió como mensajero al Arcángel San Gabriel, que le saludó diciendo: ‘Dios te salve, llena-de-gracia, el Señor está contigo’ (Lc 1, 28).

A partir de ese momento el Ave María ha tenido una larga evolución. El saludo del ángel y especialmente su primera palabra ‘Jaire en griego, Ave en latín’, fue usada muy pronto por los cristianos para ‘saludar’ a la Virgen, repitiéndola con frecuencia. Así se encuentra en algunos textos de los santos Padres alrededor del Concilio de Éfeso ‘año 431’. Esta representación del Ave se concretó en Oriente en torno al siglo VI en el famoso himno mariano Akáthistos, en el que muchas de sus preciosas invocaciones incluyen el saludo Ave: Ave, columna de su sacra pureza, Ave, umbral de la vida perfecta, Ave, Tú inicias la nueva progenie, Ave, virgen y esposa…

El primer testimonio que conservamos de que se haya unido al Ave la alabanza que hizo a María su prima Santa Isabel ‘Lc, 1, 42: bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’ es de finales del siglo VI o principios del VII y de contexto litúrgico.

Lo más importante es que el origen del avemaria está en el Evangelio Lucano de la Anunciación…éstas palabra tienen un no se qué especial, una hermosura que lleva más allá de este mundo. Por eso hay que pronunciarlas como lo hacía Juan Pablo II en Guadalupe: ‘con inmenso amor y reverencia pronuncio estas palabras, tan sencillas y a la vez tan maravillosas. Son palabras santas, que no deben decirse superficialmente, y que nos transportan al misterio de la Anunciación a María, que es al mismo tiempo el misterio de la Encarnación de Jesús. Ambas caras de este misterio forman el corazón más profundo del Santo Rosario, que es sobre todo repetición del avemaria y meditación sobre la Encarnación.

La primera parte del avemaria son un saludo del Arcángel; un recuerdo de la disponibilidad  de María de parte de Dios; una invitación a imitarla; un canto de alegría mesiánica y una explicación de la grandeza de la Virgen.

Extracto de «El Rosario que ama Dios»

Alejandro Burgos Velasco

Ricardo Martínez Carazo

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